Los tres años de aprendizaje de Irene Romero: de un adiós al rugby a la Copa Ibérica Iberdrola con sus Cocos

Compártela:

“Me lesioné el domingo 19 de octubre de 2019 jugando en casa ante Sanse. Perdíamos de 2 puntos y quedaba un minuto. Mi apertura me cantó una patada cruzada que debía luchar e intentar ensayar. En la disputa de balón choqué contra la rival y caí girando. El dolor fue instantáneo y el más grande que he sentido en mi vida. Yo simplemente pude ver rodilla hecha una ‘v’. El diagnóstico final fue rotura de ligamento cruzado anterior, ligamento lateral interno, fisura de la meseta tibial y fractura-hundimiento del cóndilo externo del fémur. Recuerdo el momento en el que el cirujano de urgencias, antes de todas las pruebas, me comentó que tuviese presente que el 90% de los casos similares al mío quedaban con cojera de por vida”. Irene Romero ‘Perdi’ cumple 27 años este viernes, dos días antes de jugarse un título, la Copa Ibérica Iberdrola de rugby, con sus Corteva Cocos.

Este domingo, a las 12:30 horas (peninsular española), el Corteva Cocos juega en Lisboa ante el Sporting de Portugal la Copa Ibérica Iberdrola. Este partido, después de tres años fuera del césped, para Irene será un momento especial, “no lo viviré como un sueño porque nunca lo he imaginado… Es más un regalo que voy a disfrutar como una niña, seguro”. Este regalo viene “gracias al trabajo del staff, las jugadoras y el club, que se marcaron una pedazo de temporada el curso pasado”.

Ahora sé que soy fuerte”

Han pasado tres años desde que ‘Perdi’ escuchó la palabra “cojera” y en este tiempo la vida no es que haya esculpido a otra Irene, pero sí que le ha dado “el poder de saber que soy capaz de afrontar las adversidades que me vengan. Me conozco mucho más y, por tanto, me cuido mucho más. No soy ni más fuerte ni más valiente ni tengo más miedos… La diferencia es que ahora sé que soy fuerte, sé cuándo estoy realmente sufriendo, cuando necesito expresar lo que siento. Sé que tengo miedo y lo voy a seguir teniendo por cosas que no puedo controlar, pero soy lo suficientemente fuerte como para salir de cualquier situación que me venga”. ¿Hay un tesoro más valioso que ese?

Irene Romero en el hospital.

Cuando se lesionó, Irene finalizaba su contrato laboral, afrontó la pandemia con la ayuda de sus padres y, cuando pudo volver a su casa, regresó con las muletas y la ortesis. Sus padres le ayudaron económicamente en todo momento hasta que encontró un nuevo trabajo, con la rodilla aún delicada pero funcional para su día a día. Los siguientes dos años ha llevado ella misma su recuperación por sus conocimientos (es entrenadora, además de gestionar instalaciones deportivas públicas).

Aceptó que no volvería a jugar

‘Perdi’ reconoce que, al principio, “el estado de shock duró más de lo normal y dentro de la situación me sentía muy feliz por cada noticia buena que me iban dando, pero después di un bajón al darme cuenta de que mi carrera deportiva seguramente no iba a ser nunca lo que había esperado”. De hecho, hubo un momento en el que aceptó “que no volvería a jugar y mi regreso, este año, me ha sorprendido hasta a mí”.

Su lucha, resistencia y perseverancia física han estado acompañada de algo que “me ha salvado mentalmente hablando: ser entrenadora del segundo equipo de las Cocos. He vivido el rugby con la responsabilidad que tiene estar fuera del campo y me ha hecho sentir realizada, satisfecha y orgullosa como nunca lo había pensado, de mí misma y, sobre todo, de las chicas que tuvieron que aguantar mis ejercicios físicos y mis ‘idas de olla’”.

‘Perdi’ en un entrenamiento con sus Corteva Cocos.

Al final de este ciclo vital para Irene está su conclusión y aprendizaje de “ser realista y aceptar lo que venga. Es fácil frustrarse en una situación adversa, pero cuando aceptas -tanto lo bueno como lo malo-, se sufre de otra forma. Aprendí a aceptar que estaba triste y que la compañía en momentos malos es esencial. Aprendí a aceptar que si podía volver a jugar estupendo y si no también, ya encontraré otra cosa que me aporte la felicidad que me ha dado y me da el rugby. Disfruté del proceso, por mucho que desease volver atrás y no saltar para recibir el golpe”, concluye.

Esta reflexión es el tatuaje que lleva oculto en su cabeza y la que le ha llevado, sin forzar nada, al lugar que está ahora, al de la antesala de una Copa Ibérica con su club (y el de ser un ejemplo para su entorno).

El placaje de su madre

Quizás su tesón venga por genética, la de su madre concretamente, a quien metió hace años el gusanillo del rugby y terminó apuntándose al equipo de Malas Madres del club sevillano. Antes de todo este capítulo, en un torneo de verano, Irene se enfrentó a su madre y una jugada propició un duelo contra ella… “yo choqué con ella queriendo sin imaginarme la fuerza que podía tener mi madre… Me llevé un buen golpe y toda la grada se vino arriba. Ella estaba eufórica”, aunque quizás no tanto si ve este domingo a su hija levantar una copa.

Irene recibiendo el ‘abrazo’ de su madre.

Últimas noticias