El boxeo se perdió a un excelente peso pesado con Frédéric Quercy (Béziers, 1991) y el rugby ganó a un flanker de categoría mundial. Que el jugador que mayor número de contactos suele acumular en los partidos del XV del León llegara a vestir la zamarra roja del equipo nacional es producto de una inverosímil alineación de planetas que este domingo puede coronar con el sello matemático para una Copa del Mundo, a disputar además en su país de nacimiento.
Para empezar, la decisión capital de su padre, Roger, de sacarle de los cuadriláteros a los 16 años para que siguiera la tradición rugbística familiar, “le parecía peligroso por los golpes que recibía en la cabeza, y me convenció para que me centrara sólo en el rugby”. No en vano, su progenitor llegó a ser campeón de Francia en 1961 con el AS Béziers, club en el que Fred hizo sus primeros pinitos junto a su inseparable Charlie Málie.
Gautier Gibouin, con quien coincidió en el vestuario de Nevers, lanzó la siguiente pica al éter cuando le habló de la posibilidad de llegar a ser León en lugar de Gallo, aunque para ello era imprescindible contar con algún ascendente español. Josefa Lana, su abuela paterna y valenciana, para más señas, cerró la cuadratura de ese complejo círculo que hoy día permite al equipo nacional disfrutar en sus filas del talento y la experiencia competitiva de todo un especialista en resquebrajar defensas más sólidas que el mismísimo Muro de Berlín. “Me gusta mucho hacer contactos, percutir. Juego así desde chaval, probablemente por influencia del boxeo. Y siendo flanker, resulta inevitable no chocar”, reconoce quien llegó a realizar 350 contactos en el encuentro ante Rusia, en Sochi, GPS mediante.
Rumanía tardará tiempo en olvidar el monumental destrozo que el 7 de los Leones le preparó en el Central, dos posados incluidos. Le tenía ganas Quercy a los Robles después de la mala tarde en la oficina que le hicieron pasar un año atrás en Bucarest. “Dos partidos completamente diferentes, desde luego que sí. Allí me expulsaron a los 41 minutos y ahora salió casi todo perfecto: muy pocas faltas de disciplina, controlando siempre el juego, haciéndoles mucho daño cada vez que cruzábamos su línea de 22… Aquel fue quizás mi peor día desde que vengo con España. Me sentí culpable de la derrota porque, aunque luego sufrimos más expulsiones, creo que si hubiésemos jugado todo el partido en igualdad de condiciones, la victoria hubiese sido nuestra”, sostiene.
Ese sentimiento doloso acabó siendo una enseñanza que le ha servido de mucho tras las seis semanas de sanción que le fueron impuestas por Rugby Europe. “Aprendí que el castigo que recibes no es sólo para ti, sino sobre todo para el equipo y, por extensión, para el país al que representas. Por no hablar de la mala imagen que dejas. Ahora trato de focalizar todo desde la perspectiva del colectivo y de que lo único importante es ganar porque nos estamos jugando ir a una Copa del Mundo. Tenemos esa motivación extra en cada partido porque cualquier jugador de rugby tiene un sueño, que es jugar un Mundial. Al menos una vez en nuestras vidas. Es el mejor torneo que existe en nuestro deporte”, proclama.
La siguiente motivación del tercera línea del US Montauban (Pro D2 francesa) viene de camino desde el lado oeste de la Península Ibérica. “Portugal es un buen equipo, pero no tenemos miedo porque jugamos en el Central y necesitamos ganar. No tenemos otra opción. Cada partido está siendo así. No podemos fallar, y hasta ahora lo hemos hecho bien. Esperamos seguir así también el próximo partido”, confía.
Quercy visualiza un duelo en el que predomine la batalla por la posesión, habida cuenta de la similitud de estilos entre ambos seleccionados. “Habrá que tener mucho cuidado con el contraataque y con el juego que despliega su línea de tres cuartos. Son muy rápidos y finos físicamente. Les gusta jugar mucho a la mano, con mucho ritmo, tratando de mover el balón todo el tiempo. Portugal y España tienen estilos bastante parecidos, muy a la francesa. De hecho su seleccionador es de mi país, Patrice Lagisquet, un gran ala que llegó a disputar dos Mundiales con el XV del Gallo“, avisa.
No obstante, el flanker de los hispanos no descarta que la delantera acabe acaparando grandes cotas de protagonismo, del mismo modo que sucedió frente a los rumanos. “Puede acabar siendo la clave, el combate entre las dos delanteras. Si logramos superarles ahí, como ocurrió con Rumanía, la victoria no se nos puede escapar”.
El aspecto mental jugará también su papel, dada la trascendencia del choque de cara al futuro inmediato de ambos contendientes. Nada que no pueda manejar este experto en combates de alto voltaje. “Claro que es duro psicológicamente porque cada partido de este Europeo está siendo una final para nosotros, pero en Francia, en Top 14 o en Pro D2, es así cada fin de semana: no se puede fallar, hay que ganar, hay que seguir sumando puntos todo el tiempo, y son 30 partidos. Es un aprendizaje que ya tenemos y que nos sirve de mucho cuando venimos a la Selección porque estamos acostumbrados a convivir con ese tipo de presión”, explica.
En cualquier caso, lo que peor lleva Quercy con bastante diferencia es la recuperación entre batalla y batalla, máxime desde que sufriera la temible triada en su rodilla derecha. “Necesito al menos dos días de reposo absoluto para estar de nuevo a punto. El problema es que casi nunca los tienes porque jugamos muy de seguido y entre medias hay viajes, entrenamientos… Yo, por ejemplo, la semana pasada llegué el lunes a Francia, entrené tres días seguidos y nos fuimos a Mont-de-Marsan, a jugar contra el líder de nuestra liga. Jugué los 80 minutos, luego viaje de regreso llegando de madrugada a Montauban. Y al día siguiente me vine aquí otra vez. Es un ritmo duro de asimilar cuando has tenido alguna lesión grave y llevas ya unos cuantos años jugando, como es mi caso”, reconoce.
Tener al alcance de la mano poder disputar un Mundial en casa mueve montañas, pero en el caso particular de Fred hay algo más que le impulsa a levantar el pulgar a cada llamada a filas de Santi Santos. “Estando en Nevers, hace un par de años, tuve un problema con el entrenador y decidió dejarme en el banquillo durante año y medio, aun siendo el capitán. España me permitió jugar durante esos dieciocho meses y mantener la forma, sentirme jugador. Eso es algo que le agradeceré siempre a Santi y al staff, que me siguieran llamando cuando no jugaba en mi club. Por eso me encanta venir. Y si además puedo ayudar a lograr los objetivos del grupo, mucho mejor”, concluye.