De Argentina a Francia, pasando por Almería, Benalmádena, Marbella, Sevilla y Madrid. El ‘corralito’ sacudió los cimientos económicos del país que vio nacer a Tomás Munilla (Buenos Aires, 1998) y su familia, como tantas otras, se vio forzada a hacer las valijas y probar fortuna allende los mares en los albores de la presente centuria. Clan de rugbiers de pelo en pecho (padre, tío, su hermano Facundo, también León), la brújula de la vida guió a los Munilla hasta Andalucía y el Trocadero Marbella Rugby Club. Allí empezó a cocinarse a fuego lento el idilio del eléctrico medio melé del XV del León con el oval, convertido hoy, a sus 23 años, en un ‘Impact player‘ que el seleccionador Santi Santos utiliza a conveniencia, según las necesidades del guion.
“De eso se trata cuando estás en el banquillo. Tienes que adaptarte siempre al resultado del equipo. Si perdemos de mucho, tienes que tratar de cambiar la dinámica, jugar rápido; si el equipo va con un resultado muy justo y está ganando, intentar ralentizar un poco el juego, que el equipo no se agite tanto; y si vas ganando por mucho, pues intentar disfrutar los minutos que estés en el campo”, apunta el tres cuartos malagueño de adopción, aunque su acento porteño y el mate bajo el brazo que sustituye al balón cuando no viste de corto delaten sus orígenes.
Tomy ha sacado petróleo de cada uno de los 61 minutos que le ha concedido el preparador español en este Rugby Europe Championship 2022. Una doble finta suya contra Rusia, ya con el tiempo finalizado, abrió la brecha que permitió a Santi Ovejero firmar el posado que hoy tiene a España a un solo peldaño de ir a la Copa del Mundo de Francia. “Fueron 15 minutos muy emotivos por cómo terminó el partido, con una sensación enorme de alegría, sobre todo porque al final conseguimos meter ese ensayo que nos dio la victoria. Fue algo impresionante”, rememora al tiempo que desvela una especie de ritual que mantiene con el pilier del Lexus Alcobendas cada vez que acuden a las concentraciones del equipo nacional.
“Cuando sale la convocatoria y los dos estamos de suplentes, empezamos a motivarnos mutuamente, diciendo que cuando entremos a la cancha vamos a meter energía, que vamos a intentar dar un plus al equipo. Por eso cuando le di aquel pase y metió el ensayo, fue una alegría doble, una sensación maravillosa: que el Try lo metiéramos entre los dos, cuando habíamos estado toda la semana hablando precisamente eso, que teníamos que sumar al equipo cuando entrásemos, darle algo positivo, resultó increíble”.
Y es que la frontera entre la titularidad y la suplencia es, a menudo, una delgada línea roja que se acaba disipando en aras del objetivo final. “Sin duda. Y en los últimos años más aún porque en el rugby profesional los partidos son cada vez más duros. El XV inicial tiene, obviamente, un gran papel en el encuentro, pero si hacen un partidazo en el primer tiempo, entran los suplentes y se pierde, de nada habrá servido el esfuerzo de los titulares. Ahí radica la importancia de los jugadores que salen desde el banquillo para afrontar los últimos minutos y mantener el nivel. Y, por qué no, darle un plus si el equipo va perdiendo para ayudarle a ganar”, reivindica Munilla.
Tener por delante en el puesto de medio melé a Guillaume Rouet cada vez que acude a la llamada del León representa una oportunidad inmejorable para seguir aprendiendo de todo un referente con la 9 a la espalda. “Trato de aprovechar al máximo en los entrenamientos porque me aporta muchísimo, dada su experiencia. A Guillaume le viene muy bien nuestro juego porque le encanta darle dinamismo y velocidad, así que me fijo mucho en todos los movimientos que hace, cómo actúa. Luego, cuando me toca entrar, le pregunto cómo lo ve él, que cree que necesita el equipo, dónde está la debilidad de la defensa rival… Nos llevamos muy bien. Hay una competencia muy sana. Igual que cuando está mi hermano Facundo o Kerman Aurrekoetxea, como es ahora el caso”, comenta.
Confiesa que sus cuatro años en Béziers (Pro D2 francesa) le han ayudado a crecer “sobre todo en el aspecto táctico, con el juego al pie. Allí hacen mucho hincapié en ese tipo de juego porque llueve muchas veces y el balón está mojado, por lo que las acciones al pie cobran muchísima importancia en ese campeonato”.
Que el Mundial del año que viene sea justamente en Francia es un acicate más para Tomy, quien apuesta sin ambages por una escuadra, la española, que ha experimentado un crecimiento significativo desde que le convocaron por vez primera, hace un quinquenio. “Después de no ir a la última Copa del Mundo, se produjo un cambio de jugadores y el equipo tuvo una racha de 9 partidos sin perder. Ese grupo nuevo empezó a asumir un papel importante, con aquellas tres victorias en la gira sudamericana, y se llegó al puesto 17 del ranking mundial. Creo que en ese momento hubo un cambio que al equipo le vino muy bien y hoy estamos recogiendo los frutos”, señala.
Ese grupo de Leones del que forma parte se las verá este domingo con Portugal, un enemigo de cuidado que ya les amargó la existencia un año atrás en Lisboa. “Lo primero que hay que hacer es no cometer los errores que tuvimos en aquel partido. Les dimos muchos balones a sus tres cuartos, con muchos espacios, y son muy peligrosos. Lo sabemos y por eso estamos trabajando para no tropezar de nuevo en la misma piedra”, asegura.
En el vestuario hispano coinciden en que si fotocopian el trabajo realizado durante buena parte del choque ante Rumanía de la pasada semana, la victoria no se les puede escapar. “Fueron los mejores primeros 65 minutos de España en mucho tiempo, seguro. Ha habido muy buenos partidos, pero no cabe duda que estaría genial si pudiéramos repetirlos ante Portugal, e incluso alargarlo hasta el minuto 80 porque es un rival al que no se le puede dar tregua, ya que lo aprovecharían al máximo”, advierte.
Tener la obligación de sumar como mínimo de a cuatro, como les viene sucediendo desde que arrancó este Europeo, no conlleva para Tomás una presión extra por el hecho de que esta victoria pueda valer un pasaje directo para estar en Francia 2023. “La presión siempre está, pero en este caso debe ser positiva puesto que jugamos en casa, venimos de ganarle a Rumanía de una forma muy convincente, estaremos delante de nuestro público y a 80 minutos de conseguir algo muy bonito. Por lo tanto, veo esa presión como algo bueno para nosotros, en absoluto negativo”.
Y si sale el sol por la Ciudad Universitaria, nada puede salir mal. “Jugar en el Central en un día soleado, con el campo lleno y la afición entregada, es algo espectacular. Estimula mucho. Ojalá que sea así este domingo”, remata el menor de los hermanos Munilla.