El idilio de Jerry Surumi Davoibaravi (Islas Fiyi, 1994) con el rugby patrio se gestó nueve años atrás delante de un mapamundi, en la remota isla de Qamea. De ese atolón perdido en los mares del Pacífico Sur es originario el último guerrero en incorporarse a la Selección española masculina de 7s, con la que este sábado en las Series Mundiales de Singapur colmará, Pablo Feijoo mediante, el pintoresco plan de vida que le movió a recorrer 17.399 kilómetros, la distancia que separa su terruño en las Antípodas de Cáceres, la ciudad que le acogió en 2015 y donde comenzó a dar forma a su sueño.
Ambos torneos podrán verse al completo en V.O. en Movistar+, Deportes 3 (dial 56).
“Un día vi un programa en la tele que contaba que había fiyianos jugando al rugby en Francia, Australia, Nueva Zelanda, el Reino Unido, Italia, Japón… En muchos lugares, pero en España, ninguno. Así que busqué en un mapa dónde estaba y me propuse el reto de ser el primer fiyiano en jugar con su Selección de seven. Tengo primos jugando al máximo nivel en Francia (Benito Masilevu) y en Inglaterra (Semi Radradra), así que quería llegar a donde ellos. Esa fue mi motivación. Ha sido un largo recorrido. Son ya siete años los que llevo viviendo en España. Adoro el país, a su gente, la siesta… (risas). Estoy muy ilusionado con este debut”, narra con una sonrisa de oreja a oreja el escurridizo ala oceánico.
Estrenarse con el XV del León, a fines del pasado año, no estaba apuntado en esa hoja de ruta existencial que Jerry diseñó en su adolescencia. Y muchísimo menos hacerlo frente a sus compatriotas. “Fue muy emocionante. Con Fiyi estaban 6 ó 7 amigos que no sabían que iba a debutar con España, así que cuando me vieron vestido de rojo alucinaron mucho. Fue un día muy bonito y lo disfruté a tope. Se trataba de una gran oportunidad, pero mi sueño seguía siendo jugar con el seven”.
Imbatible al desaliento, el tres cuartos melanesio siguió aguardando esa llamada por la que llevaba siete años trabajando muy duro, primero en Extremadura, luego en Burgos, después en Ourense y ahora en Alicante. Hasta que llegó su hora. “Justo a la siguiente semana de volver a La Vila, me llamó Pablo Feijoo. Me invitó a trabajar con la academia. Luego me dijo que quería verme más y el mes pasado me citó para la concentración de Elche, que fue mi primera convocatoria con la Selección. Jugamos contra Irlanda y Francia, y me sentí muy bien. Tras esos partidos me comentó que quería que entrara en el equipo. Le di las gracias y le conté que era mi sueño”, recuerda.
La aventura vital del ala del CR La Vila bien podría servir como manuscrito de cabecera de la teoría de la predestinación por la manera en que los pasos que fue dando desde que dejó atrás su diminuto islote en mitad de la nada fueron acercándole, sin saberlo, al objetivo que se había trazado. “Con 18 años me fui a Viti Levu, la isla principal, para buscarme la vida, porque allí hay muchas oportunidades con el rugby. Si quieres salir al extranjero, no te queda otra. Mi suerte fue que el entrenador del club Yamacia, uno de los mejores de Fiyi, me vio jugando un tocata en la playa y me preguntó si tenía equipo. Al decirle que no, me citó en un campo para ir a entrenar al día siguiente. Cuando llegué y vi a varios jugadores famosos de 7s, flipé. !No sabía que era ese equipo! Al final me acabaron fichando. Jugué allí dos años, hasta que me surgió la oportunidad de viajar a España“.
Otro asombroso giro de la ruleta de la fortuna. Lo cuenta Jerry. “En Nadi, la segunda ciudad más importante de mi país, conocí a Antoine, un chico francés que se alojaba en el hotel de unos familiares. Me dijo que quería visitar a una familia fiyiana tradicional, jugar con ellos al rugby, etc. Le recomendé que fuera a Qamea porque allí podía empaparse bien de nuestra cultura y disfrutar de un buen tocata con mi hermano. Estuvo un mes y cuando volvió, se mostró muy agradecido. Me dijo que siguiera entrenando, que iba a buscarme una oportunidad en Europa. Seis meses después regresó con una propuesta para mí. Cuando me dijo que era en España, no me lo podía creer. Era como si todo se hubiera alineado para que yo pudiera cumplir mi sueño”.
Davoibaravi cambió entonces el seven por el rugby XV en el CAR Cáceres, su particular puerta de entrada al oval en nuestro país. Aunque son ya unas cuantas temporadas quebrando caderas en la modalidad grande, reconoce que se siente mucho más cómodo practicando la disciplina olímpica. “He jugado casi toda mi vida al seven, así que, como dicen en España, estoy más en mi salsa. En Fiyi jugamos a los dos, pero el 7s es parte de nuestra cultura. Es como una religión, lo jugamos desde niños con lo que sea: una botella de plástico, un coco, un balón, con lo que tengas a mano. Y donde sea: hacemos un tocata en la calle, en la playa, en una plaza, ¡hasta en la casa!”, relata el hombre cuyo cuerpo tatuado pareciera un caleidoscopio cultural que le conecta permanentemente con sus orígenes.
“El primero me lo hice yo mismo en la pierna, con 15 años. Es un tatuaje tribal, que representa a nuestros guerreros. El del pecho y el brazo derecho es un homenaje a nuestros ancestros. El último me lo hice en España: es un reloj enorme con la hora en la que nació mi hija, y al lado un atardecer, que los tenemos muy bonitos en Fiyi, con muchos colores”, explica.
El último integrante de la jauría de Leones7s que comanda Pablo Feijoo ha dedicado estas últimas semanas a poner a punto su cuerpo para adaptarlo a los nuevos desafíos que le esperan en Singapur y Vancouver, en busca de su mejor versión o, cuando menos, de su antigua versión, cuando jugaba para el Yamacia Rugby Club. “He tenido que bajar un poquito de peso para poder coger mi máxima velocidad cuando tire un amago o haga una finta. Esas son dos de mis principales cualidades en el seven, donde hay más espacios y menos contactos que en el XV. Ha sido un trabajo contrarreloj porque ambas modalidades son muy diferentes y se entrenan de manera distinta”, revela.
Precisamente son esas habilidades técnicas del ala melanesio las que el preparador donostiarra del combinado español pretende exprimir al máximo en las citas asiática y norteamericana. “Pablo me ha traído porque aporto alguna cosa diferente por mi estilo de juego y cree que le puede venir muy bien al equipo. Lo de fintar para irte del contrario es algo que en mi país hacemos desde pequeñitos. Lo llevamos en la sangre. Es un seven diferente, pero aquí también se juega muy bien, así que mezclando ambos estilos creo que España va a tener un gran éxito en no mucho tiempo“, vaticina.
De momento, el cuenta kilómetros de Jerry en la modalidad olímpica a nivel internacional se pone en marcha este sábado en Singapur, con tres rivales de enjundia: Inglaterra, Australia y Samoa. “Vamos a pelear por entrar en el oro. Aunque tanto Singapur como Vancouver sean dos destinos exóticos, no hemos venido de vacaciones. La idea es competir los tres partidos porque el objetivo es estar lo más arriba posible, que es el mejor modo de asegurar la permanencia en el circuito mundial”, sostiene.
Seguir disfrutando de una competición de la jerarquía de las HSBC World Rugby Sevens Series permitirá a los Leones7s seguir dando pasos en la dirección correcta. “La clave es jugar muchos torneos para continuar creciendo. Porque jugando mucho vas a cometer errores, pero también tienes la oportunidad de corregirlos y de mejorar. Así que ahora es tiempo de jugar, jugar y jugar, como hacen en Fiyi”, asevera.
Y es que, a juicio de la flecha oceánica, ahí radica una de las grandes diferencias entre nuestro 7s y el de los actuales campeones olímpicos. “Allí se juegan torneos de seven cada semana. Todo el tiempo. Ahora, por ejemplo, se van a jugar a Nueva Zelanda, Australia o Sudáfrica, para aprender y mejorar. El nivel es tan alto que un equipo local le puede ganar a la selección nacional. Ha ocurrido. Y no una ni dos veces. De jugar tanto, se consigue una velocidad altísima y el balón sale siempre de la mano antes de ser placado. Por último, está el tema de la comunicación. Cuando voy corriendo, mi compañero viene detrás y, aunque yo no lo vea, sé que está ahí, así que tiro el balón con la certeza de que lo va a coger y seguir la jugada. Son detalles pequeños en apariencia, pero que luego acaban haciendo la diferencia”, concluye.