Cristina López (Valladolid, 2001) y Zahía Pérez (Palma de Mallorca, 2004) aterrizaron en Madrid persiguiendo un sueño que empezó a cobrar forma el pasado 4 de febrero cuando José Antonio Barrio les incluyó en la convocatoria para el amistoso frente a Colombia, antesala de los dos duelos valederos para un Campeonato de Europa del que las Leonas son las reinas actuales. Cris y Zahía, tanto monta, demostraron ante las Tucanes que el talento y la intrepidez ni tienen edad ni necesitan pedir permiso, apenas precisan de un oval para que el poso de su rugby fluya generoso sobre el verde y reparta dividendos entre sus compañeras.
Esa incipiente madurez que ambas jugadoras exhibieron ante la escuadra sudamericana, liderando por momentos el ataque del combinado femenino español, les ha servido para ganarse el derecho a integrar el grupo de elegidas que viajará a Ámsterdam para medirse este sábado a Países Bajos (13:30, en directo por Teledeporte), primera parada de un viaje que tendrá su continuidad una semana más tarde en Madrid, con Rusia como enemigo a batir.
Su precocidad en la práctica del deporte que se sacó de la chistera William Webb Ellis el año del caldo (Cris comenzó con cuatro años; Zahía con ocho) es directamente proporcional a la clarividencia con la que han recorrido sus caminos hasta encontrarse en el vestuario de las Leonas. “Desde que soy pequeñita mi objetivo ha sido llegar a la Selección y he ido trabajando para ello. Hace unos meses me dieron la oportunidad de venirme a Madrid, de dejarlo todo en Mallorca: familia, amigos, a mi hermano… todo. Aquí las cosas son mucho más fáciles en cuanto al rugby: aprendes más, juegas a más nivel, está la selección… Eso al final te ayuda a crecer como deportista”, comenta Zahía, la benjamina de la formación llamada a filas por Yunque.
“Yo a los 17 años ya jugaba en el VRAC, pero no estaba a un nivel alto. Buscaba algo más, entonces tomé la decisión de venirme a Majadahonda para tratar de mejorar mi rugby y estar más cerca del entorno de la Selección, con el objetivo de intentar llegar aquí porque siempre ha sido mi sueño. Y haberlo conseguido es un reconocimiento para mí misma que me hace sentir muy orgullosa”, apunta Cristina, quien al igual que la jugadora del Complutense Cisneros puede desenvolverse como apertura o zaguero sobre el césped.
Zahía ha pasado en menos de un año de jugar en el equipo mixto del Toro Rugby Club balear a debutar con las Leonas7s, descubrir la División de Honor como colegiala y calzarse la zamarra roja del XV recién alcanzada la mayoría de edad. Digerir semejante vendaval de emociones en tan corto espacio de tiempo es la asignatura pendiente con la que sigue lidiando en su día a día. “Me genera un poco de agobio a la hora de entrenar, pero voy con todo y cuanto antes pase y más rápido aprenda, mucho mejor”, confiesa con la calma de quien sabe que se trata de un peaje que toda hija de vecina debe pagar a estas alturas de la película.
Esa filosofía del ‘deprisa, deprisa’ fue la que esta rubicunda zaguero con nombre de princesa árabe aplicó en su debut frente a Colombia, y le funcionó a las mil maravillas. “Estaba muy nerviosa y tenía miedo de cometer errores, que al final cometí. Pero intenté gestionarlos de la mejor manera posible y sacar el partido pensando en el error que había cometido y tratar de subsanarlo en la siguiente acción. Por suerte, mientras iban pasando los minutos esos nervios se fueron quitando y tenía más confianza. Incluso tuve la suerte de ensayar hacia el final”.
Pese a cuajar una actuación de notable ante las cafeteras, la cerebro pucelana del CR Majadahonda no se marchó a casa satisfecha por completo. “Lo más bonito fue jugar ante tu público, en tu campo. Pero soy exigente conmigo misma y pienso que me faltó haber pateado mejor. Vale que debutas, que estás con las Leones, al lado de gente que para ti son esas famosas que llevas tiempo viendo en la tele. Y los nervios siempre van a estar ahí. Creo que no hice mal partido, aunque hubo cosas mejorables, como siempre”.
Zahía se autodefine como una jugadora que “ve bien los espacios y sé atacarlos, aunque después la toma de decisiones va bien o no tanto, seguramente por una cuestión de experiencia. De momento estoy en esa fase de descubrir aspectos de mi juego”. Por su parte, Cristina habla de sí misma como “una jugadora versátil, rápida y evasiva, que es capaz de tomar decisiones rápidas, que pueden ser buenas o no, y tengo acciones de juego al pie. Se me da más o menos bien, aunque tengo que practicarlo más”. Aun así, lidera la tabla de pateadoras de la Liga hasta la fecha con 58 puntos.
En lo que ambas coinciden plenamente es en su intrínseca capacidad para manejar el cotarro. “Estoy acostumbrada a cargar con la responsabilidad desde pequeña. Jugué mucho de apertura con los chicos, así que al final la toma de decisiones era mía. Tenía que echarme el peso del equipo a la espalda. A veces salía bien. Otras, no tanto. Pero se trata de eso: de fallar y aprender. Pero estoy cómoda en ese escenario”, asevera la pipiola isleña, por cuyas venas corre sangre cubana y alemana, a la sazón nacionalidades de sus progenitores.
“En mi caso jugaba con los chicos de medio melé y tenías que liderar. Luego jugué unos años con chicas en el VRAC y era la capitana. Todo pasaba por mí y a pesar de que era la pequeña, tenía que aprender a liderar a gente de mayor edad que yo”, remata la escurridiza tres cuartos vallisoletana, quien al igual que su nueva socia en el equipo nacional tiene la absoluta certeza de ser una jugadora más completa gracias a sus años de roce en la cancha con los chicos.
“Aguantas más los golpes, sufres mejor por así decirlo porque el juego con chicos es mucho más rápido, más fuerte, más intenso, y eso luego se nota en el campo. Aprendes a caer, a buscar salidas más fáciles o más rápidas para llegar antes al balón, porque a lo mejor la velocidad no te da en comparación con los chicos. A buscarte la vida, en definitiva”.
“Con ellos tienes que estar tomando decisiones constantemente más a corto plazo porque el juego es más rápido. Jugar con chicos te ayuda a superarte a ti misma en el día a día porque si no, te quedas fuera. Entonces van tirando de ti y tú vas exigiéndote más y aprendiendo más de ellos”, desliza Zahía en la misma línea.
Esa experiencia previa acumulada con jugadores del sexo opuesto les está sirviendo de mucho en esta segunda convocatoria con las Leonas XV, ya con la flor y nata del rugby patrio acuartelada en la Casa do Brasil. “Hay más nivel, se juega a más velocidad, más intenso, tienes que tomar decisiones más rápido… Se parece a cuando jugaba con chicos. Hay que pensar deprisa, pensar bien y si tomas una decisión errónea, ir con ella hasta el final”, explica Cristina.
“Totalmente de acuerdo. La diferencia en estas dos semanas es la velocidad del juego. Aquí notas cómo todas tienen más experiencia. Se toman decisiones mucho más rápido y te tienes que ir adaptando a eso porque si no, no llegas y te caes”, añade la polivalente jugadora colegial, cuya meta ahora que ha culminado su primer gran sueño deportivo es “seguir aprendiendo y mejorar. Continuar creciendo, en definitiva. Luego, de a poquito y si todo va bien, conseguir ser una jugadora fija en la Selección”.
Idéntico propósito al de su compinche pucelana. “Mi objetivo es mejorar. Y si lo hago tal y como estoy jugando, los frutos van a ir llegando”. En lo único que no se ponen de acuerdo es en el nombre del equipo que se llevará este año el gato al agua en la División de Honor. “Yo ahí barro para casa. Majadahonda está haciendo un gran trabajo y confío en que nos alcance para ganar el título”, vaticina Cris. “Ojalá Cisneros vuelva a ganar la Liga Iberdrola. Me haría una ilusión especial por ser mi primera”, replica Zahía. El balón está servido.