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XV del León: Marco Pinto cumplió la promesa que hizo a su madre y a Kawa

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Marco Pinto Ferrer (Barcelona, 1987) es un guerrero de otro tiempo. Un tío que salta al verde a partirse la cara por los demás. Un espartiata que dignifica su profesión en cada partido como tributo a unos valores que aprendió en casa, primero, y después cultivó en la Unió Esportiva Santboiana, a la sazón una prolongación de lo que le enseñaron su abuelo Francisco y su tío materno, Ramón, verdaderos culpables de haberle inoculado el veneno de la oval en la sangre.

Por ellos supo que no hay mejor sermón que predicar con el ejemplo. Y el suyo es de honestidad, compromiso, humildad, fidelidad, solidaridad, esfuerzo y respeto hacia “los viejos”, como dice con el cariño y la admiración de aquel niño callado que se limitaba a observar y absorber como una lapa cada movimiento de Alberto Malo o Ferrán Velasco, dos de sus referentes en esto del rugby.   

Su primer pensamiento, toda vez que el trencilla francés liberó tensiones con el pitido final frente a Portugal, fue para esa prole que tanto le ha sumado en la vida y a la que nunca deja de tener presente. “Que esté yo hoy aquí se lo tengo que agradecer a mucha gente: a mi familia, pero también a mi abuelo, a mi tío, a Kawa, a todas las personas que no están y les hubiese gustado poder disfrutar estos momentos de gloria con nosotros. Pensar en todas ellas me parece bastante importante”, comenta. 

Fotografía: Walter Degirolmo

El talonador del XV del León ha hecho de su extensa carrera deportiva una promesa permanente de entrega y sacrificio a las personas a las que quiere, estima e, incluso, adora, como su madre, Margarita. Con ella hubo de disputar el partido más complicado de los 350 que acumula ya en sus alforjas como profesional el día que, en 2005, recibió una propuesta del Biarritz Olympique para hacer las maletas y cruzar los Pirineos. “Yo en esta vida, aparte de intentar ser buena persona, lo único que sé es jugar al rugby. Por eso le dije que si me dejaba al menos intentarlo, nunca le iba a decepcionar. Luego he hecho muy buenos partidos y otros de mierda, pero en cada uno de ellos me he dejado la piel para que se sintiera orgullosa de mí y para agradecerle haberme dado esa oportunidad”, confiesa.    

Ese compromiso ineludible con su núcleo duro y con un deporte sin el que no podría entender su existencia facilitaron sobremanera su milagrosa presencia en el XV de Santi Santos el Día D en el Central, después de haber sufrido una rotura en el soleo ante Rumanía y no haber puesto un pie en el césped en una docena de días. “Me dijeron que eran tres o cuatro semanas de baja porque es una lesión muy traicionera. Pero yo era consciente que se trataba del partido más importante de mi vida y que no me lo podía perder. Era como sacar la última bala del cartucho. Intentar aguantar lo máximo jugando bien y conseguir el objetivo porque era el día. Tengo que agradecer al staff técnico y a los médicos que hicieron posible que pudiera jugar. Gracias a Dios salió todo bien”, rememora el principal causante de la sangría lusitana con su doblete de posados, lo que sumado a los dos precedentes le sitúan a la cabeza de los especialistas en la materia a nivel continental.  

“Los talonadores tenemos la suerte de ir atrás del maul, medio haciendo la rata, y eso nos permite pasar la línea y meter ensayos (risas). En verdad, que yo los meta quiere decir que el maul de la selección funciona, así que tengo que agradecer un montón el trabajo de todos los compañeros y el trabajo de los entrenadores. Ellos hacen posible que los puntos que marco sirvan para lograr victorias y sonrisas para el equipo”.   

Fotografía: Walter Degirolmo

Marco economiza su verborrea como buen catalán, pero cuando se arranca es para mostrarse a pecho descubierto. Como cuando embiste con su testa de centauro a los oponentes en esos cinco metros finales. Habla lo justo, pero no se guarda nada. Ni siquiera lo que se le pasó por la cabeza el día que World Rugby mandó a galeras a España y le sacó de las manos los billetes para volar a Japón tras lo acaecido en aquel infausto duelo en Bruselas. “Sinceramente, lo primero que pensé es que era un puñetero viejo y que, con suerte, para el siguiente ciclo mundialista les tocaría competir a las generaciones que venían por detrás, que tienen las mismas ganas que tengo yo. Pero Santi siempre ha confiado en mí, así que me debía a mí mismo volver a intentarlo y pelear por conseguirlo. Y aquí seguimos”.

El premio a ese ingente sacrificio de los dos últimos años, que muy a menudo conlleva caras largas y amenazas de no renovación por parte de los clubes a los internacionales, lo compensa todo. “Llevo jugando a esto toda mi vida. Lo único que me interesa es competir todos los fines de semana, jugar el máximo de partidos con mi club y todo lo que pueda con la Selección. Pero poder ir al Mundial con nuestro país y poder enfrentarte a los mejores es a lo máximo que puedo aspirar, así que trataremos de hacerlo lo mejor posible cuando nos toque jugarlo”, señala el veterano talonador del AS Béziers (Pro D2 francesa), antes de reconocer que “estoy empezando a creérmelo. De hecho no he sido consciente de lo que hemos conseguido hasta que me desperté el martes por la mañana”. 

Hablando de creencias, el León número 2 puede dar fe de que en el seno del vestuario hispano hubo, durante el último mes y medio, un convencimiento pleno de que la cruzada mundialista acabaría plantando bandera en las Galias. Y revela la pócima que lo ha hecho factible. “En ningún momento tuvimos dudas. Ni siquiera en Rusia, donde Ovejero logró el ensayo más importante de este Europeo. Aparte de tener un buen equipo y de contar con jugadorazos en todas las posiciones, lo que ha hecho la diferencia ha sido la amistad y el compromiso que tenemos todos. Somos todos muy amigos, una familia de verdad dentro y fuera del campo. Y eso ha sido definitivo”. 

Marco no puede obviar el aporte espiritual que les ha brindado en este Europeo el integrante número 16 de una escuadra que ha reverdecido de felicidad y orgullo al rugby nacional. “En este grupo somos todos Kawa. Todos los compañeros lo sentimos igual. Nos ha ayudado un montón a poder escalar esta montaña tan difícil que eran los dos años de campeonato, de clasificación. Sin duda ha sido una desgracia lo que pasó, pero nos ha ayudado un montón a unirnos y a trabajar codo con codo por un mismo objetivo“.    

El recuerdo del añorado guerrero samoano inunda cada momento que el grupo comparte, como si su perenne sonrisa siguiese alimentando de cuerpo presente el karma de quienes fueran sus compañeros de armas. “Cuando acabamos los entrenos, siempre le dedicamos unas palabras, para recordarle y agradecer la suerte que tenemos de poder seguir haciendo esto. Como a él le gustaba hacer. Siempre va a estar en nuestros corazones”, sostiene.  

El encuentro de este domingo en el Dynamo Stadion de Tbilisi (15:00 horas), frente a Georgia, ofrece a este grupo una oportunidad histórica de abrochar el Rugby Europe Championship 2022 apenas una semana después de haber certificado el pasaporte para la Copa del Mundo. Y Marco Pinto garantiza que pondrán toda la carne en el asador para conseguirlo. “Lo más difícil era creernos que nos íbamos a clasificar. Después de lo que hemos logrado, lo único que puedo asegurar es que el equipo va a ir a ganar el campeonato para acabar este Europeo con pleno de victorias. Seguro que nos lo pondrán muy difícil, pero nuestro peor enemigo somos nosotros mismos y hemos demostrado que cuando toca ganar los partidos, los ganamos y salen las cuentas”.

El delantero de Santboi no tiene reparo alguno en augurar un espléndido futuro a unos Leones con los que, adelanta, tiene fecha de caducidad: el día que finalice la aventura mundialista del próximo año en el país donde juega profesionalmente. “Ahora que ya estamos clasificados para el Mundial, estoy convencido que lo mejor de esta Selección está por venir. Cada vez estamos más conjuntados, cada vez estamos jugando mejor. Tenemos por delante muchas cosas bonitas por vivir”, remata quien se ha ganado a pulso los galones de referente de este equipo.