Si a Santi Ovejero (Tucumán, 1991) le hubieran pedido que imaginara cómo le gustaría que fuera el posado más trascendente de su carrera, a buen seguro que la mente del talonador del Lexus Alcobendas Rugby no hubiera acertado a elucubrar un escenario tan dramático como el que se acabó dando en Sochi, más en consonancia con el guión de una película de los hermanos Coen que con la vida real. “Imposible imaginar algo así. El de Rusia ha sido el ensayo más importante de mi carrera deportiva hasta ahora. No lo cambio por nada. Eso sí, espero que haya otro más trascendente aún y nos clasifique para el Mundial”, reconoce entre risas el cuatro veces internacional con España.
El caso es que el panzer de origen argentino se ha especializado en rentabilizar cada minuto que Santi Santos le envía al campo de batalla con la casaca roja del XV del León: su primer ensayo llegó en el estertor del duelo contra Países Bajos, en la jornada inaugural del Rugby Europe Championship 2022. Antesala del firmado ante Rusia cuando el partido ya estaba muerto y España al borde de complicarse su sueño de acudir el año próximo a Francia 2023.
“Fue algo increíble porque pasamos de la nada al todo. Un momento muy especial, sin duda. Sabíamos lo que nos jugábamos y había nervios por poder ‘cagarla’, de hacer algo mal. Y Rusia tenía nueve caras nuevas con respecto al equipo que nos enfrentó en el Central… Fue un partido durísimo y poder sacarlo adelante resultó maravilloso. Yo posé el balón, pero en realidad lo hizo el equipo entero porque el rugby es un deporte colectivo. Si Tomás (Munilla) no se zafa de tres jugadores y me da ese pase, si Alvar (Gimeno) no se apoya tras de mí en ese preciso momento… Lo dicho. Fue una consecuencia del trabajo de todos”.
Ovejero se mete de nuevo en la piel de la 17 roja (amarilla en este caso) para revivir la intrahistoria de una acción que a poco estuvo de no materializarse. “Cuando se cumple el tiempo, tuvimos la posibilidad de empatar el partido con un golpe de castigo. De fuera empiezan a pedirnos de tirar a palos, pero hablamos un poco entre todos y Gautier (Gibouin), que ejerce en ese momento de capitán, decide que juguemos. Bélie, Ordás y Munilla, los conductores de juego, insisten también en que juguemos para ganar porque el empate no nos sirve”.
Y la oval se pone en movimiento por última vez, con el marcador 37-34 a favor de los Osos. “El primero que la pide es Titi (Futeu). Yo voy detrás para limpiarle el ruck. Ellos eran muy fuertes, así que mandamos a Titi delante porque es un animal, más que yo (risas). Hay un golpe a Titi y Bélie patea una pelota cruzada que casi agarra Bauti (Güemes). Recuperamos la posesión e intentamos hacer lo que nos pidió el staff: moverlos todo lo posible, pues al ser tan grandes y pesados, se irían cansando. Así que hicimos una secuencia: Titi va para adelante, Manu Mora y casi todos los tres cuartos empujando como delanteros. Entrábamos o entrábamos. No había otra”.
Es en ese instante cuando Tomás Munilla y Fred Quercy entran en escena para terminar de agitar la coctelera. “El ‘pick and go’ empieza a funcionar cuando Fred logra avanzar tres metros. Yo voy a limpiarle el ruck, cuando Tomás la agarra, atrae a tres rivales y amaga un pase a Jon (Zabala), que es placado. Era todo un caos, pero veo que Tomás avanza y corro a su altura para recibir. Me la pasa, Gimeno se apoya sobre mi espalda y eso me permite ganar más rápido su línea de marca y posar. Acabamos con tanta gente encima que no podíamos festejarlo porque nos estábamos asfixiando”, rememora el talonador del líder de la División de Honor del rugby nacional.
Lo que vino después fue una mezcla de felicidad, orgullo, emoción y un rancio aroma corpóreo tras haberse dejado el alma sobre el verde. “Un día así no lo olvidas en la vida. Tengo la camiseta, la lavé y la voy a guardar como un tesoro. De la emoción y los nervios no me la quería ni sacar. Llamé a mi mujer llorando de la alegría y mis compañeros me cargaban porque empezaba a oler mal… Cuando te pones esa camiseta representas a un montón de gente, tienes una responsabilidad muy grande. Cuesta mucho llegar hasta ahí, así que por los Leones y por esa camiseta con el 17 doy la vida. España es mi país, el que me adoptó, el que me permitió conocer a mi esposa, vivir mejor, ser feliz… Un montón de cosas”.
Sin apenas tiempo para digerir el subidón de adrenalina que les dejó la épica victoria en tierras rusas, toca empezar a pensar en la siguiente etapa de este tortuoso camino hacia las Galias: Rumanía. “El desafío que tenemos como grupo, con el staff y con la gente es ganarlos a ellos y a Portugal porque sólo así nos aseguramos una plaza directa al Mundial. Estamos ahí y espero que lo consigamos. A Rumanía le enfrentaremos como si se tratase de una final, es decir, como el resto de partidos porque todos son finales. Ellos vienen muy bien, pero tenemos un buen equipo y hay que confiar”, señala.
El factor cancha jugará un papel capital, como siempre sucede que el XV del León se bate el cobre en el Central de la Universidad Complutense. “Siempre es bonito jugar aquí, con nuestra gente. A mí personalmente me encanta que venga mi esposa, mi cuñada, toda mi familia. Me da un plus extra, sobre todo jugar en tu país. Es lo mejor”.
La afición, confiesa Santi Ovejero, no es el único suplemento vitamínico con que cuentan los Leones en esta cruzada mundialista. “Entramos al campo y nuestro capitán nos dice que somos 16, por Kawa. Él suma un montón, el que más. Es la motivación intrínseca de todos los jugadores de la Selección. Después de lo que pasó, nos fuimos todos a casa y no volvimos a coincidir hasta la otra semana. Fernando (López) nos reunió, hablamos todos, y Julen (Goia) trató de que entendiéramos algunas cosas. Es un vínculo que está abierto, así que hay que hacer lo que sea para que la esposa de Kawa pueda venir a vernos en esa Copa soñada que estamos buscando todo el grupo. Queremos lograrlo por él. Esa es una ilusión extra que nos motiva”, finaliza.