El pasado mes de febrero, Joaquín Rivero y José Martín, dos fotógrafos que colaboran habitualmente con la Federación Española de Rugby (FER), viajaron a Etiopía para visitar la Misión de San Francisco del Valle de Lagarba. Y lo hicieron con dos objetivos claros. El primero, proporcionarle a la población medicinas, comida, juegos para los más pequeños y demás enseres. Y el segundo, apoyar al responsable de la Misión, Paul Schneider, sacerdote español que llegó a este paísa africano hace aproximadamente dos años.
Entre el material trasladado hasta el Valle de Lagarba por los dos fotógrafos había un set de rugby cinta, aportado por la FER y GENERALI. Con esto, lo que Joaquín y José pretendían era entretener a los más jóvenes, además de dar a conocer nuestro deporte en un lugar en el que el único equipo de rugby se encuentra en la capital, Addis Abeba, a 400 kilómetros del valle.
Inicialmente el motivo de su viaje era meramente fotográfico. Sin embargo, mientras preparaban la aventura, entendieron las necesidades de los habitantes, así como el contexto y la situación en la que viven. Esto provocó que su objetivo derivara en otros fines y la fotografía pasara a un segundo plano, de ahí que la labor humanitaria fuera la gran protagonista de su andadura en el país africano. No obstante, nuestros amigos no renunciaron a la cámara y, gracias a ello, trajeron de vuelta un magnífico testimonio gráfico de su gran aventura.
“Pocos días antes de nuestra partida se nos ocurrió la idea de llevar algunos juguetes para pasar el tiempo con la abundante chavalería de la zona. Pensamos en comprar unos balones de rugby. Dada nuestra proximidad y relación con la FER, nos planteamos solicitárselos de forma directa y así dedicar los recursos disponibles a otras necesidades, como medicinas o alimentos. Nuestra sorpresa llegó cuando su respuesta fue que no solo íbamos a contar con balones, sino que además nos hacían entrega de un kit completo de ‘rugby cinta’ para emplearnos a fondo en la tarea de iniciar este deporte en dicha población. Además, el bolsón de la FER nos sirvió, hasta que las cremalleras aguantaron, para acarrear medicinas, latas de conserva, cuadernos y bolis”, explica Joaquín.
Tras instalarse en la Misión, con la ayuda del Padre Paul como traductor e intérprete, Joaquín y José se pusieron manos a la obra. Lo primero que tenían que hacer era explicar las reglas básicas del juego. Sin embargo, el primer día esta tarea se volvió un tanto complicada al ver las ganas e impaciencia de los niños y niñas por calzarse los petos, los cinturones con las cintas y empezar a dar patadas al melón.
“Una vez canalizada la inquietud de los niños y niñas por el juego, conseguimos compartir las indicaciones necesarias y distribuirles por equipos atendiendo a la edad, aunque siempre había alguien que se colaba. Es difícil imaginar la ansiedad con la que se ordenaban por edades similares. Finalmente, participando con ellos, organizamos un torneo por equipos, subrayando los elementos básicos de este deporte: solidaridad, apoyo constante, prioridad del equipo, respeto al árbitro, pasillo final, etc. Daba gusto ver cómo cogieron las reglas de forma rápida y comenzaron a correr haciendo descargas, arrancando cintas, marcando las faltas, celebrando los ensayos y haciendo el pasillo”, comenta Joaquín.
Al ver la predisposición de los jóvenes, aunque el primer día tuvieran que nombrar ‘policías’ para evitar que se llevaran el material tras concluir la jornada, los dos fotógrafos nombraron unos cuantos capitanes que se encargaron de organizar los grupos y decidieron dejarles libertad para comprobar cómo iban interiorizando el juego y haciéndolo suyo. De esta forma, los niños y niñas del Valle de Lagarba convirtieron su ‘polideportivo’, la terraza más amplia del valle, donde habitualmente juegan al fútbol, al voleibol y al corro de la patata, en un campo de rugby.
De hecho, tan suyo lo hicieron que incluso los petos del kit de ‘rugby cinta’ se convirtieron en un distintivo del grupo. “Tras nuestro regreso, un grupo de chavales del valle tenía programada una excursión al sur del país. Como rasgo del grupo y para poder hacer seguimiento de los más pequeños, decidieron ir ataviados con los petos de colores chillones del kit GENERALI. Un bonito doble uso del material de la bolsa de la FER”, reconoce Joaquín.
La extensión de la pandemia del COVID-19 evitó que los dos fotógrafos concluyeran su misión. Ahora, Joaquín Rivero y José Martín cuentan los días para, tan pronto como las condiciones lo permitan, regresar y finalizar tanto este proyecto como otros que tienen en mente, como el de llevar a la clínica de Kirara el material solicitado por las autoridades etíopes y completar una instalación de energía solar que abastezca las necesidades de electricidad del centro.