La final de la Liga de División de Honor dejó tras de sí un reguero de sentimientos contrapuestos. Felicidad inmensa entre la gran familia que compone la Unió Esportiva Santboiana, el nuevo campeón del rugby español, precisamente en el año que festeja sus cien años de vida; tristeza y decepción entre el no menos numeroso clan del AMPO Ordizia.
El trago, si cabe, fue más dulce y más amargo para los protagonistas de esa última batalla por la hegemonía del oval a nivel nacional, entre los que se encontraban tres Leones de relumbrón: Afa Tauli, Jordi Jorba y Julen Goia. Al tercera línea y al ala izquierdo del Santboi les tocó el premio gordo en un duelo de máxima tensión, igualdad y emoción. El ala derecha ordiziarra hubo de conformarse con un subcampeonato que no colma las ambiciones de quien viajó a Barcelona con el sueño de entrar en la historia como el primer capitán de la escuadra guipuzcoana en levantar la copa como reyes de la DH y, de paso, poder cumplir una promesa con la esposa de un amigo ausente.
Ninguno de ellos se guardó nada sobre la alfombra verde del Baldiri Aleu, y eso que Afa y Julen ingresaron al terreno de juego seriamente mermados en su condición física. El primero jugó más de 60 minutos con un dedo del pie derecho roto y con un esguince en el ligamento lateral externo del tobillo derecho, secuelas ambos percances de la semifinal ante Complutense Cisneros. En la acera de enfrente, Goia se batió el cobre con una costilla desplazada, problema que se agravó tras recibir un duro placaje a escasos metros de la línea de marca catalana.
“Estuve toda la semana sin tener claro si podría jugar porque los dolores en el pie son muy fuertes, pero al final pudo más el deseo de estar con mis compañeros y ayudar a conseguir este título increíble para nuestra gente, por todo el apoyo que nos da en cada partido, en cada entrenamiento. Lo que se vive aquí en Sant Boi con el rugby es único, maravilloso”, relata Afa Tauli sentado en el vestuario, con el pie en alto, instantes después de que Julen Goia haya entrado para interesarse por su salud y departir tranquilamente con sus dos amigos y compañeros en el XV del León sobre el pedazo de final que se han marcado ambos equipos.
“Entre el calor y el dolor de la costilla ha habido momentos en los que me costaba respirar. He aguantado todo lo que he podido. Más que por el dolor, estoy jodido por no haber podido regalarle este título a Kawa, que era lo que todos ansiábamos. De todos modos, estoy seguro que le hemos hecho feliz con el partido que se ha hecho. Lo hemos dado todo, pero Santboi nos ha superado. Así que, ¡zorionak!”, espeta deportivamente el capitán del AMPO Ordizia a sus dos rivales en el césped, algo que cambia drásticamente en cuanto cruzan la línea de cal camino de los vestuarios. Ahí se transforman en caballeros hermanados por un modo de vida.
“Seguro que Kawa estará diciendo, ¡Afa, cabrón!”, lanza entre risas el capitán del decano, seguramente el más íntimo de los amigos del malogrado guerrero samoano en su etapa española, junto con Julen. “Este partido era por él. Estamos aquí por él, y él ha estado presente en ese retrato gigante que nos acompaña siempre. En algún momento iré a Nueva Zelanda para llevarle a su mujer el trofeo. Es una promesa que le hice y que, desde luego, voy a cumplir”, afirma con rotundidad el veterano tres cuartos vasco.
Jordi Jorba, el más joven de los tres, aún tiene grabada en sus ojos la efervescencia única del momento en el que han compartido el trofeo con los 3.000 fieles que se han dejado el alma empujando durante los 80 minutos cada melé, cada touche, cada agrupamiento, cada patada a palos del tucumano Javier Rojas. “No hay palabras para describir ese momento. Ganar la Liga, en el año del centenario del club, y delante de tu gente… No se puede pedir nada más. La felicidad es completa”, explica el ala barcelonés, quien reconoce que “Ordizia nos lo ha puesto muy difícil. Sabíamos que iba a ser así porque es un equipazo, con grandes jugadores como Julen, que te la pueden liar en cualquier momento. Incluso se han adelantado en el marcador. Justo por eso, ganar la Liga ante un rival con ese nivelazo, hace que sepa aún mejor”.
La improvisada tertulia acaba cuando llega el aviso de que acaba de empezar el Tercer Tiempo en la planta de abajo del Baldiri. Y a ese salón donde todo el mundo sabe tu nombre se dirigen los tres Leones para seguir compartiendo confidencias y repartir abrazos por doquier sin distinción del color de la camiseta que hayas lucido un par de horas antes. Porque si algo tiene de mágico ese fin de fiesta del rugby es que tanto jugadores como trío arbitral aparcan en la puerta el fragor del combate para comer, beber y reír como deportistas y camaradas de profesión. “Vamos a darle un poco a la anestesia”, cierra con un gesto inequívoco Julen Goia.