“He tenido la suerte de vivir mi carrera universitaria plenamente los tres primeros años y poder decidir dedicarme al rugby de manera ‘profesional’ porque quería conseguir mis objetivos. He tenido la fortuna de haber vivido las dos partes, y eso mola: poder vivir la experiencia universitaria plena, y luego llegar aquí y decir, quiero esto. He disfrutado de los dos mundos y poder compaginarlos. Intentas programarte y organizar tu vida en torno a lo que quieres, que es jugar al rugby en la selección”.
A Beatriz Domínguez (Madrid, 1995) el oval le entró en vena en formato píldora. Culpa de la facultad de Farmacia de la Universidad Complutense, donde entró siendo una alumna aventajada de Almudena Cid y acaba de salir laureada en botica y con rango de capitana de la Selección española femenina de seven, recién estrenado en las Series de Lisboa del Campeonato de Europa de la modalidad olímpica del rugby, cuyo desenlace arranca este viernes en la ciudad polaca de Cracovia. La propia Bea explica de manera concienzuda su camaleónica mutación.
“Empecé a jugar al rugby con 21 años, en la universidad. Una amiga mía jugaba y decidí apuntarme en el equipo de la facultad, estando ya en 3º de carrera. Yo había hecho toda mi vida gimnasia rítmica, pero ahí el ciclo deportivo es corto, como puede verse en las gimnastas olímpicas, que no suelen competir más allá de los 20. Tenía claro que la Rítmica había acabado para mí, pero yo no quería acabar el deporte con esa edad. Buscaba un cambio, hacer cosas nuevas, no sólo entrar en un pabellón, que me encantaba. Necesitaba un campo, poder correr, algo que me diese más cancha, y lo encontré en el rugby, un deporte que además es muy social cuando empiezas en la ‘uni’ porque conoces a mucha gente, te conoces a ti misma. Te da otras cosas que a lo mejor en otros deportes no vives. Y eso engancha”, confiesa.
Con tantas ganas se subió al tren del rugby que la centro del Sanse Scrum se saltó casi todas las paradas intermedias y en apenas dos temporadas ya se codeaba con la elite en la Liga Iberdrola, antesala de su primera toma de contacto con el universo leonino (junio de 2018). “Sabía que me iba a gustar porque era un deporte de equipo, había un balón, había que correr y, al final, jugar con las manos es más fácil que con los pies. Conocí un deporte que me hubiese gustado conocer antes y que me ha enseñado y aportado muchas cosas de las que soy ahora“, reconoce al tiempo que explica el origen del apodo por el que se le conoce desde que pisa los terrenos de juego.
“Me llaman Pastis porque cuando entré en el Sanse había otra Bea, que era de las veteranas del equipo, y decidió que me iba a llamar así porque estaba en Farmacia y no iba a consentir que hubiese otra Bea en el grupo. Empezó con Bea Pastis, pasó a Pastis solo y posiblemente ya nadie sepa cómo me llamo en realidad” (risas).
De lo que no tiene duda la internacional española es de los notables aportes que sus 12 años domesticando aros, mazas y cintas le han servido para hacerse un hueco dentro del rugby femenino patrio en menos que canta un gallo. “Son muchas cosas las que me ha dejado. Cuando empecé con la técnica era fan de todas las niñas que fueron a unos Juegos, así que mi primer sueño era entrar en el CSD y poder entrenar en sus instalaciones, algo que he conseguido con el rugby. El otro, que espero cumplir, era ir a unas Olimpiadas. Entonces puedo de decir que la rítmica ha sido el motor para buscar mis sueños, que allí no pude cumplir, pero que estoy cumpliendo con el rugby. Uno de momento. Y el otro espero hacerlo dentro de un tiempo”.
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Seguir un año más en las World Rugby Sevens Series ha costado dios y ayuda. El sufrimiento padecido en Toulouse, donde Brasil estuvo muy cerca de apearnos del prestigioso torneo auspiciado por World Rugby, ha encendido las alarmas en el grupo que dirige Pedro de Matías. Con la visión y experiencia que le conceden ser leona mayor, Bea esgrime los motivos que llevaron al combinado femenino de seven al borde del precipicio.
“Ha sido muy complicado porque venimos de un año y medio de cambios generacionales y, al final, el equipo tiene que volver a construirse. La veteranía te la da jugar en ese contexto, y nos ha faltado porque había mucha gente nueva que debutaba en unas Series. Y las veteranas tampoco lo somos tanto. Hay que seguir trabajando porque todas sabemos que lo que hemos hecho no ha sido suficiente. Lo bueno es que lo sabemos, que queremos mejorar y no queremos que nos vuelva a pasar. El rugby mundial sigue avanzando y no podemos quedarnos atrás”, afirma sin ambages.
Entiende la capitana de nuevo cuño de la manada de Leonas7s, “fue muy gratificante. Me lo he tomado como una manera de estar más cerca de mis compañeras, de ayudarles más si necesitan algo, y eso te llega. Lo disfruté, aunque la responsabilidad del equipo al final no recae en una persona sola. En este grupo hay muchas líderes”, que el salto cualitativo llega en el momento en que te adaptas con naturalidad al carácter imprevisible y cambiante de una modalidad con tintes de ruleta rusa.
“Al final el seven es así. Hay partidos en los que estás arriba, otros empatas y otros pierdes de dos. Se trata de saber cómo sales de ahí. No es quedarte en lo que ha pasado, sino en pensar que luego hay revancha y que hay que coger el tren e ir a por ello. Es lo que supone este deporte y por eso nos gusta. Que nunca sabes qué va a pasar, pero siempre tienes una posibilidad. Y hay que ir a por ella, tener la mente fría y, aunque estés sufriendo físicamente por la acumulación de esfuerzos y partidos, tirar para adelante porque la cabeza al final tira de tu cuerpo”.
El sexto lugar cosechado el pasado fin de semana en las Series lisboetas del Europeo reafirma, de algún modo, esa necesidad de seguir acumulando minutos de calidad en las piernas para forjar una escuadra a la altura que exige el ponerte frente a frente con las mejores jugadoras del mundo. “La realidad es que esa es nuestra realidad, pero nosotras queremos más. Tenemos que seguir trabajando y compitiendo cuando nos toque competir. Nos ha puesto en situación de dónde estamos, pero eso no significa que seamos sextas de Europa. En las Series de Dubái empezamos últimas y casi acabamos quintas. Es un parón de dónde estamos, pero no es donde nos queremos quedar”.
Y añade: “En Polonia nos va a ir mejor porque sabemos lo que ha salido mal y lo que va a salir bien, y en lo que podemos trabajar. Estoy convencida de que en estas Series que vienen no vamos a quedar sextas. No podemos tener fallos ni desconectar“. Respecto a los rivales que les han tocado en suerte (Escocia, Francia, Bélgica y Gales), comenta que “es un grupo difícil porque Francia igual no lleva el mismo equipo, lo mismo que Escocia, pero creo que estamos preparadas para todos los rivales. Se trata de un reto grupal, de todas, el posicionarnos dónde queremos estar, decir estamos aquí y de ahí no nos van a bajar. Es algo ya personal para el grupo”.
Como buena farmacéutica, la Domínguez tiene su propia pócima para que el equipo que lidera dentro de verde entre en la pelea por las medallas en tierras eslavas. “Creo que cuando conectamos mentalmente, las cosas salen y se nota. Y además, disfrutamos. Ves una chispa distinta, que se nota además. Que no se plasma en palabras, pero se siente. En ese instante empezamos a coger dinámica de avance, nos hace ir hacia adelante y ser las Leonas”, sostiene en tono concluyente.
Sabe bien Bea que el resultado que arroje la cita a orillas del Vistula marcará indefectiblemente el espíritu de las Leonas7s de cara al gran objetivo de la temporada: conquistar en el clasificatorio de Bucarest una plaza para estar en el Mundial de Sudáfrica. “Sin duda es la gran cita del año. Yo la espero con ganas, la verdad, porque al final es por lo que llevas todo el año levantándome a las 7am y sacrificando cosas. Y ya llega. Y mola. Y es grande. No va a ser fácil, pero al final las cosas que no son sencillas tienen su chispa. Y creo que nosotras somos mejores cuando nos jugamos algo grande. Cracovia nos va a servir de mucho para hacerlo bien. Va a ser una buena motivación para conseguir una de esas cuatro plazas. Y no tengo dudas que una de ellas va a ser nuestra”, asegura con rotundidad antes de darnos una primicia de cara al próximo ejercicio.
“No voy a continuar en el Sanse porque me quiero centrar en el seven. No voy a estar en ningún club. Me voy a dedicar en exclusiva al 7s y a las Leonas. Quiero aprovechar este tiempo al máximo y no dividir mi mente entre el XV y el seven. Mis objetivos ahora mismo son clasificarme para el Mundial y después para los Juegos, y por supuesto tratar de hacer unas buenas Series el año que viene. No quiero salir de ahí porque, al final, estar a muchas cosas es no estar a ninguna”, asegura.
Miembro del Colectivo LGTBI, la jugadora internacional madrileña aporta una mirada reflexiva y profunda sobre el estadio en el que se encuentra la diversidad sexual en el deporte, precisamente en la Semana del Orgullo. “Creo que estamos avanzando mucho. Y yo lo vivo porque las niñas que entran ahora, que tienen 19 ó 20 años, no se preguntan nada. No vienen con esos prejuicios de me gusta una chica o me gusta un chico. Ellas simplemente sienten, y eso está muy bien. Y creo que eso sí es un salto. Evidentemente, no hay que dejar de hablar de esto porque, al final, se ve que en todas partes hay cosas que te hacen ir para atrás, pero gracias a lo que hacemos día a día me parece que en nuestro entorno más cercano sí que hemos avanzado”.
Y agrega: “Creo que tenemos mucha suerte del círculo en el que estamos, ser bastante libres y sentir como queremos, sin que nadie nos señale con el dedo. No hay tapujos a la hora de hablar de quién me gusta o no me gusta, quién soy, cómo soy, qué es lo que me hace feliz… Le damos el espacio que se merece y no tenemos problemas para hacerlo. Pero eso no quita para que haya que seguir trabajando y luchando por eso, aunque hablarlo ya de por sí es bueno. Si se le da un espacio es porque está ahí. Y no puedes negar algo que existe”.
Bea aboga por las necesidad de extirpar definitivamente ciertos automatismos sociales de épocas pretéritas en cuestiones de género. “Cuando éramos más pequeños, las preguntas eran muy referidas a, si eres chica, tienes novio. Nadie te preguntaba si tenías novia, por ejemplo. Al final dirigir una pregunta sólo hacia un género hace que sólo pienses en ese género. Y cuando eres mayor y has evolucionado como persona y tu horizonte mental cambia y se amplía, te das cuenta que, a lo mejor, no te gustaban los chicos. Es cierto que ya no se hace tanto, pero es evidente que seguimos teniendo fallos ahí, en dirigir hacia un género, que nos guste alguien sólo por ser hombre o mujer“.
Su reflexión final sitúa en el epicentro de la carrera por alcanzar la diversidad sexual plena de puertas afuera al modelo de enseñanza. “Yo siempre he pensado que la educación es la base de la sociedad. Si cambias la educación, la sociedad cambia porque cuando eres pequeño no piensas en quién tienes enfrente. Solo piensas en que esa persona te gusta, o no te gusta, te apetece estar con ella o no. Se trata de sentir o no sentir. Igual que te apetece jugar con un balón o con una muñeca, con independencia de que seas niño o niña. Nos movemos por instintos y por estímulos, por cosas o personas que nos atraen más o menos. Creo que si eso lo dejamos ser y no lo dirigimos desde pequeños, es mucho mas fácil construir una sociedad más libre y con menos prejuicios”.